Salgo y miro hacia las copas de los árboles o hacia las casas de mi alrededor. Me gusta sentir el fresco de la mañana en la cara o el sol en el cuerpo. Me pongo música que me hace vibrar, y ¡¡¡salgo!!! Salgo de mi ovillo corporal, de mi ovillo ¡mental! Me desenrosco, amplío la perspectiva, ¡¡¡no me quiero quedar atrapada!!!
Porque, ¿Te pasa alguna vez que llevas varios días con un estado de ánimo alicaído?
¿Sabes que estás perturbado pero no cómo quitarte esa emoción que te hace sentirte pesado de cuerpo, mente y corazón?
A todos nos pasan cosas que nos impiden «ver el bosque» porque nos fijamos sólo en la rama que tenemos frente a nuestros ojos. Por eso, te propongo un ejercicio muy sencillo que funciona francamente bien y que además es rápido.
Cuando te descubras que andas encorvado y miras hacia abajo durante un largo rato…estás perdido en tus pensamientos sin fin; se consciente de ello y, si decides salir: echa los hombros hacia atrás, dirige la vista al cielo y respira profundamente. Te ayudará a ampliar el foco. Respira de nuevo y siente el aire, sonríe (sonríete) aunque sea levemente y ¡¡atrapa el instante!! Es lo único que tenemos. Vívelo, saboréalo, disfrútalo.
Sólo de nosotros mismos depende estar presentes en este instante, y en el siguiente y en el siguiente…. y de pequeños instantes vividos. Construyamos la vida que queremos. Se trata de eso ¿no?, ¿de poder elegir vivir como quieres? ¡¡Permítete experimentarlo!! 😉

