Cuando sentimos ira queremos destruir los obstáculos que nos impiden alcanzar nuestros objetivos. La ira funciona como motor, propiciando que muchas personas consigan hazañas en un principio impensables, puesto que la motivación es tal, que remueven todo aquello que se pone en el camino de su consecución.
Como con cualquier emoción desagradable podemos aprender a que no nos domine y a identificar el mensaje que nos quiere dar aprovechando su energía. Podemos canalizarla y utilizarla para conseguir esos objetivos de forma resolutiva y saludable, tanto para nosotros como para con los demás.
Seamos conscientes o no, estamos entrenando constantemente nuestra mente para responder ante las circunstancias o situaciones que se nos presentan. Gracias a la repetición de estas respuestas, creamos patrones emocionales y senderos neuronales. Cultivando hábitos saludables emocionalmente será más fácil actuar cómo deseamos elegir, además influiremos también en la percepción de nuestra realidad: Cuanto más intensa es la emoción y más repetitiva se vuelve, estaremos más abiertos, o ciegos, a determinada información, enfocándonos en aquello que confirma la emoción que estamos sintiendo. Nuestra mente se esfuerza en buscar información nueva o recuerdos de lo que quiere creer. Siempre busca dar sentido a lo que siente.
Desearía que no te pase lo que Abraham Maslow decía en su día cuando hablaba de la falta de elección: «Supongo que si la única herramienta que tienes es un martillo, es fuerte la tentación de tratar todas las cosas como si fuesen clavos». Con este diccionario emocional deseo que a parte de martillos tengas todo tipo de herramientas para cultivar tu mente y corazón.
Hoy destaco una emoción de la constelación de la ira. La IRRITACIÓN.
Tras tantos días de inestabilidad y confinamiento está más presente de lo habitual. Surge cuando creemos que «no se puede» soportar alguna situación por mucho más tiempo y los nervios están a flor de piel. ¿Qué hacer para aminorar el grado de intensidad?
Respira hondo, de forma consciente entre 3 y 5 veces. Concéntrate en el aire que entra por tu nariz al inspirar y en el que sale, exhalando profundamente por la boca. Estas respiraciones conscientes de limpieza te ayudarán a relajar los nervios que acompañan esas situaciones que despiertan la irritación.
Si tras estas respiraciones las acompañas de un minutito de respiración consciente (inspiración y exhalación por la nariz), por la mañana y por la tarde te sentirás mucho más en calma! 🙏🌟
Podemos perder de vista lo que tenemos y no valorar suficientemente aquello que nos hace felices.
A veces malgastamos nuestra felicidad deseando aquello que es de otro. Cuando esto ocurre hemos caído en la constelación de la Ira y sentimos envidia…
Dicen que la envidia corroe y es que las personas más envidiosas pueden llegar a sacrificar sus logros con tal de reducir los logros de a quienes envidian. Incluso se pueden alegrar más por la pérdida del que envidian que de su propio éxito… Quizá no puedas controlar el sentimiento en si pero sí sus consecuencias. Céntrate en tu vida, en tus logros y haz las cosas por ti.
Si aún así estás envidioso, puedes hacer un esfuerzo y razonar sobre el éxito del otro de forma positiva, evitando el rechazo que nos produce. ¿Quizá lo que ha conseguido fue por su esfuerzo y dedicación y sin ningún deseo de perjudicarnos? ¿Quizá esa persona está centrada en su vida y el envidioso en la del envidiado?!!!
Cuando sentimos que esta emoción está instaurada en nuestro día a día nos impide tener relaciones sociales profundas, porque no nos damos la oportunidad de ver la realidad de la otra persona o de la situación en si. Se produce por nuestras expectativas o por nuestras falsas creencias. Nos ciegan nuestros sentidos y nuestras experiencias pasadas.
Cuando trabajamos con PNL o en un proceso de coaching, rompemos muchas de las barreras que hemos ido creando y sentimos liberación de los lastres que nos han tenido atrapados. Por los que nosotros mismos nos hemos dejado atrapar. Y eso lo hacemos nosotros, el poder lo tenemos nosotros, no quien hace lo que hace.
La desconfianza hacia nosotros mismos es aún más dañina si cabe, porque mermamos nuestros recursos, nuestra grandeza y ponemos capas por protección que con el tiempo se vuelve una prisión.
Como todas las emociones, es necesaria. Nos viene bien desconfiar para tener cierto grado de prudencia, ya que nos ayuda a la supervivencia.
Complementando aquello que decía Goethe que “desconfiar siempre es un error, confiar siempre también lo es” añadiría que lo que tampoco es bueno es estar ciego y no querer ver más allá de nuestras interpretaciones.
Creo que no hay día que no recibamos noticias sobre encuentros violentos o agresivos en prácticamente todos los ámbitos: sociales, deportivos, políticos, laborales, familiares,…
Nos dejamos llevar por la ira de nuestras frustraciones sin darnos cuenta de las consecuencias. Y siempre hay consecuencias…para uno mismo y con los demás.
La asertividad nos ayuda a dar a conocer y defiende correctamente nuestros derechos mediante el respeto mutuo. Cuando aprendemos a ser asertivos evitamos estallar por la acumulación de emociones negativas.
Si analizásemos las formas en las que hablamos o nos comportamos ante determinados estímulos que vamos guardando y acumulando, reflexionásemos sobre nuestras conductas reactivas podríamos darnos cuenta de la importancia de la empatía y asertividad. Dos habilidades sociales básicas y que en muchos ámbitos brillan por su ausencia.
A parte de estas habilidades podríamos aprender a meditar, hacer ejercicio, dar paseos por la naturaleza o hacer aquello que nos siente bien con el objetivo de bajar el nivel de estrés, ansiedad y agitación.
Y sobretodo, tener interés en conocernos a nosotros mismos, saber qué nos despierta esas frustraciones y amenazas para aprender a gestionarnos y en algunos casos auto controlarnos. Cambiar nuestras reacciones instantáneas por responder libre y conscientemente.
Sería estupendo, ya que disfrutaríamos de otra clase de sociedad