Skip to main content

Hoy en día hay una especie de afán por que la felicidad haga acto de presencia a todas horas, y eso, no es posible. Es un constante y maravilloso camino de conexión y centramiento, del que muchas veces nos salimos.

Si nos paramos a observar las distintas emociones existentes, podremos comprobar la relación que tienen con la realidad que percibimos y en la que nos encontramos inmersos.  Precisamente, es desde esa observación, desde donde contamos con la libertad interior para cambiar ciertos hábitos y patrones que tenemos instaurados en nosotros.  Es un trabajo continuo, donde la voluntad de actuar hacia lo que elijes y la atención hacia dicha dirección resulta crucial.

Cuando somos coherentes con lo que pensamos, decimos y actuamos podemos sentir que es más fácil que estemos dentro de esta fabulosa constelación de la felicidad.

Cobra especial importancia la conexión con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. A cada uno de nosotros nos produce felicidad distintas cosas: la satisfacción de ciertos deseos u objetivos, compartir momentos con tus seres queridos, sentirse presentes en la naturaleza, alcanzar la paz mental y la armonía… Todo dependerá de los valores por los que nos regimos, por una correcta alineación entre nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestra mente y nuestro espíritu y, porqué no decirlo, a veces también por olvidarnos un poquito de nosotros mismos y nuestras preocupaciones…

Como mi propósito de vida es llegar a las motivaciones de las personas para que en sus vidas prime una sensación de BIENESTAR, quería empezar por esta emoción de la galaxia de la felicidad.

Os deseo que esta sea una de las emociones que os embargue. Qué a pesar de tener tropiezos y encontronazos, podáis cerrar los ojos y decir: Sí, en mi vida prima esta emoción.

Fluir… quién se deja llevar por lo que le gusta y le llena.

Hay veces que está emoción de la constelación de la felicidad se da sin que te des cuenta. Estás tan inmerso en lo que estás haciendo o sintiendo que todo a tu alrededor se para. Nada más que lo que haces, lo que creas, existe.

Esto se puede replicar siendo auténtico, conociéndote, utilizando tu creatividad a través de ese autoconocimiento. ¿Te llena un paseo por un bosque? ¿Una visita cultural? ¿Una conversación con alguien especial? ¿Escribir? ¿Dibujar? ¿Inventar? Cualquier cosa que a ti te conecte con lo que te importa, con lo que puedes ser tú y descubrirte ¡Es apasionante darte permiso para experimentar! 🤸🎏

El estado deseado de la mayor parte de las personas con las que trabajo es la calma. Frente a la calma suele desaparecer el miedo, tenemos la sensación de que el tiempo se para y deja paso al disfrute, a la felicidad (de ahí su pertenencia a dicha constelación).

Si queremos desarrollar un talento necesitamos calma y paciencia, podemos pensar mejor y dar rienda suelta a nuestra creatividad.

Si queremos desarrollar una relación que no nos resulta fácil, necesitamos calma para no dejarnos arrastrar por nuestra impulsividad, abrir la mente, ver otras opciones desde nuevos puntos de vista e incluso pensar estrategias para mejorar esa relación (laboral, familiar, con alguna debilidad personal o profesional, etc.) o situación.

Para lograr un estado de calma solemos elegir el color azul, un paisaje tranquilo, una temperatura y brisa agradables. Desde ahí nuestra mente se aquieta, nos dejamos llevar y sentir una profunda paz y se nos dibuja inconscientemente una sonrisa, además de que nuestra respiración se vuelve más y más profunda.

Esta sensación se puede trabajar conscientemente, forzándola en un primer momento, hasta lograr hacerla nuestra de verdad. Es una herramienta fácil, asequible y que está la mano de cualquiera. Porque ya lo decía Jacinto Benavente: “La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco” y nuestro barco lo guiaremos mejor si acostumbramos a nuestra mente a trabajar desde la calma interior para cuando llegue la tempestad.

A cada uno nos provoca la dicha cosas diferentes. Dependerá de nuestros intereses, gustos, experiencias vividas y valores por los que nos regimos. Pero lo que, como dice Cortázar en su frase, ayuda a acrecentarla es vivir acorde a lo que debemos aceptar.

Cuando digo aceptar no me refiero a resignarse a algo que no nos enriquece, sino a una aceptación activa de la realidad y desde ahí, empezar a caminar hacia lo que nos ayuda a nuestra felicidad. A lo que queremos construir y vivir.

La esperanza y la ganas de hacer por sentirse dichoso son clave para experimentar ésta emoción. Como en todo, nos podemos fijar en lo malo y sentirnos desdichados o en lo que nos aporta para acrecentarlo con alegría y esperanza.

Identificando lo que nos hace dichosos podemos activar y expandir nuestra energía. Nos ayudará a enfocarnos en lo que nos anima y entrar en una rueda positiva propia de esta constelación.

Según Steve Maraboli “La vida es un sistema balanceado de aprendizaje y evolución. Toda situación sirve a un propósito. Nos corresponde a nosotros decidir cuál podría ser ese propósito“.

¿Cuál es el propósito de muchas de las cosas que vivimos y que en un primer momento parecen inexplicables y sin sentido?.

Quizá es ese: aprender, adaptarnos a lo que viene y evolucionar para cada vez sentirnos más cómodos en situaciones inciertas, porque ¿Qué es la vida si no es puro cambio?.

Cuanto más nos acostumbremos y lo aceptemos, más amplitud de mirada desarrollaremos y más a gusto nos encontraremos.

Para lograr ese equilibrio entre nuestro mundo interior y los avatares externos, podemos desarrollar distintas opciones. Empiezo por los cuatro acuerdos de Miguel Ruiz, un básico que sin ser fácil de cumplir, marca una gran diferencia:

1. Sé impecable con tus palabras. Evalúa lo que vas a decir antes de hablar. Escucha más. Se preciso en tu lenguaje para expresar adecuadamente todas tus ideas.

2. No te tomes nada personalmente. Te ayudará a no engancharte emocionalmente y a soltar el ego. Entiende que el otro es “un otro” con sus propios problemas, dificultades, creencias y valores

3. No des nada por supuesto. Cuando hacemos suposiciones asociamos información basada en nuestra experiencia de vida y la conectamos con la situación actual sacando conclusiones rápidas. Si tienes dudas, acláralas. Pregunta.

4. Haz siempre lo mejor que puedas. Se la mejor versión de ti. Pero recuerda que no siempre estás en lo más alto, con la máxima energía. En esos momentos, cuídate, mímate, da en la medida que puedas, se amable contigo mismo y no te autoexijas más de lo que sea sano.

Además, fuera de los cuatro acuerdos, puedes también:

– Priorizar las tareas que te llevarán a la meta diaria propuesta,
– Delegar en otras personas,
– Pedir y saber aceptar ayuda cuando lo necesitas,
– Mantener una comunicación fluida con tu equipo, tus allegados.

Todo ello te ayudará a reducir posibles conflictos y mantener tu equilibrio.

Esta cualidad me resulta especialmente inspiradora y entiendo que se sitúe en la constelación de la felicidad. Siempre he admirado a las personas que frente a una situación complicada, una gran equivocación o una desgracia saben mantenerse serenas.

Creo que es una emoción que deberíamos aprender desde bien pequeños para poder desarrollar la capacidad de afrontar momentos en los que la angustia o la ansiedad pueden hacer acto de presencia, además de aprender a cooperar con lo inevitable como nos decía Anthony de Mello.

Pero siempre estamos a tiempo para ejercitarla.

Tener nuestras prioridades claras nos ayuda a focalizarnos, a no gastar nuestra energía en cosas que no podemos cambiar y a emplearla en lo que sí está en nuestras manos.

Además, la práctica de parar, reflexionar, respirar, meditar, rezar, etc. ayuda a conectar con nosotros mismos, con lo que es realmente importante y a desapegarnos de lo superfluo.

Cómo sabes, hay una gran diferencia entre preocuparse y ocuparse… 😉

Leave a Reply