Skip to main content

Emprender no es nada fácil. Te lo cuentan los que lo han hecho antes que tú, pero no lo entiendes hasta que das el paso.

Le contaba a un amigo/compañero cuando me preguntaba cómo lo llevo que es cansado pero que la ilusión y pasión por lo que hago me hace seguir con las ganas de moverme todo lo que puedo… Procuro poner en valor todo aquello en lo que creo y me recuerdo muchas veces lo que conozco para poner en práctica en mí a diario lo que hago con mis clientes… Intentando ser muy coherente y mimándome para seguir con confianza.

Por eso, hace unas semanas empecé un curso de Cultivo de la Compasión con Nirakara. Había hecho ya un intensivo con Gonzalo Brito y Thupten Jinpa, el traductor desde hace más de 30 años del Dalai Lama. He de reconocer, que a pesar de encontrarme muy a gusto en diferentes eventos y en entornos dispares, ese fin de semana se despertó en mí algo muy especial. Algo a lo que he querido seguir la pista y desarrollar más en profundidad.

La compasión se suele interpretar como algo negativo o indulgente, sin embargo lo considero como una de las vías de amor más puro y desinteresado. Es el deseo de ver a la otra persona libre de sufrimiento. Es una forma de entrega hacia alguien que no lo está pasando bien, desde tu fortaleza y tu presencia. Aunque cuando eres tú el que ha de recibir tu propio amor, ahí sí que hay interés… un interés sano y que te anima a restablecerte a través del auto cuidado.

Una definición más formal sería que la Compasión es la sensibilidad y apertura al sufrimiento propio y el de los demás unida a la motivación de aliviarlo y prevenirlo.

Por un lado te permite sentir lo que sientes a pesar de poder no ser cómodo. Y asumirlo.

Y por otro lado, una vez lo aceptas, puedes empezar a construir el camino que te lleva hacia donde quieres ir. Durante el proceso, te ves utilizando sabiamente tu energía, pues has tomado conciencia de la situación en la que te encuentras, la has aceptado y desde ahí puedes restablecerte.

Kristin Neff nos explica cómo podemos cuidarnos a nosotros mismos a través de la autocompasión. Para lograrlo debemos tratarnos con 1: amabilidad, es decir, dejar de ser taaaan críticos con nosotros mismos. Desgraciadamente somos muchos los que no nos hablamos como merecemos y en ocasiones nos censuramos ante posibles inseguridades y creencias que nos perjudican enormemente, cuando debemos entender que si aprendemos a tratarnos con cariño y amabilidad, nuestra sensación de bienestar será mucho mayor.  2: Atención plena o consciente, tanto de nuestros pensamientos como de nuestras emociones. Todos tenemos ciertas tendencias que quizá no nos ayuden demasiado en nuestra fortuna. Si somos conscientes de ellas, del momento en el que están haciendo acto de presencia y buscamos las herramientas adecuadas para ponerles freno y avivar las que sí nos favorecen, estaremos predisponiéndonos a ese autocuidado tan necesario. Y 3: Humanidad compartida. Se trata de no aislarte en tu malestar, de pedir ayuda, consuelo, cariño a las personas de tu entorno, porque has de saber que estás acompañado, que no estás solo y las personas que te rodean pueden prestarte su apoyo con su escucha, su presencia y su compañía.

Por eso, si estás haciendo algo con muchas ganas y que requiere de gran parte de tu energía: mímate, cuídate, sé consciente de cuándo no lo haces para ponerle remedio. Rodéate de quien te quiere, de quien te hace reír o quien te escucha, de aquello que te hace bien. Comparte contigo como si fueras tu mejor amigo y con los demás para no sentirte solo. Pon el foco en tí, en quien te hace feliz. Sal. Entra en tí. ¡Quiérete y a seguir en tu camino, sabiendo que es tu camino!

Leave a Reply